Ni nostalgia del pasado ni miedo al futuro, sino llenar el presente de esperanza. ¡Siempre esperando! Pues bendito sea Dios, que la esperanza es la vida de la vida. Pero no confundamos, que una cosa es esperar y la otra aguantar el paso del tiempo. La esperanza es alegría y convencimiento de que aquello que Dios ha prometido se cumplirá. Que Él nos ha tomado de su cuenta y su palabra es firmeza y convencimiento. Amor inconmensurable del Padre hacia sus hijos. El simple aguantar hasta que vengan tiempos mejores cansa; se atrofian los buenos y sinceros deseos y llega la indiferencia.
Lo ha dicho el Papa Francisco y bien sirve para toda la familia salesiana: “entre la alegría de lo conseguido y la esperanza de lo que aguardamos no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar, sino una historia que construir. Mirad, pues, al pasado con gratitud; vivir el presente con pasión; abrazar el futuro con esperanza”.
La pregunta es inevitable: ¿cómo será el futuro? Cuestión interesante, pero un tanto inútil. Tiene resabios de adivinación y presagio, tarot y nigromancia. Otra cosa puede ser el análisis de prospectiva, la dirección de las tendencias, el desarrollo de ideas y proyectos, pues todo esto está dentro de aquello que debemos emprender para construir el futuro. Lo importante no es el interrogante sobre un futuro incierto, sino aceptar conscientemente la responsabilidad de trabajar por un mundo, por una sociedad más justa, por unos cristianos más fieles y embelesados por el mensaje de Jesucristo.
El espíritu, el carisma, la forma de hacer salesiana es una garantía para llevar adelante esos proyectos de futuro. María Auxiliadora y Don Bosco (pues toda su obra, decía el santo, se debía a Ella), asentaron las mejores bases y cimientos para poner en pie la más grande y admirable obra que se puede hacer a los ojos del Padre Dios: cuidar de sus hijos, especialmente de los más desvalidos, de los más necesitados. Y, a ejemplo del mismo Señor, prevenir y adelantarse antes de que llegue el mal y el pecado. María santísima limpia y pura, concebida sin pecado, preservada de toda mancha por la sangre redentora de su hijo Jesucristo. El método preventivo no es simplemente una estratégica pedagógica, sino el convencimiento de que en las honduras de cada persona está metida la huella bondadosa del Creador.
La familia salesiana ha sido bendecida por Dios con el carisma de la esperanza y de la misericordia. La primera es impulso, ilusión y convencimiento inquebrantable, a pesar de todas las circunstancias, de que lo que Dios ha prometido se cumplirá. Está en juego nada menos que la credibilidad de quien es la Palabra.
Y la misericordia. El atributo más grande de Dios. Su corazón nos pertenece. Cuando se nos rompiera por el pecado puso el suyo para que continuara la vida, que esto es misericordia. Tiempo muy oportuno es este para la familia salesiana, para aquellos que han de ser testigos de la esperanza y de la misericordia. Quiero desearos, mis buenos y admirados seguidores de Don Bosco, que en este tiempo nuevo, cuando paséis por un lugar de este mundo, aquellos que encuentren vuestras huellas puedan decir: por aquí ha pasado un hijo, una hija de María Auxilio de los cristianos y de San Juan Bosco.