El 8 de diciembre de 1841 Don Bosco conoce a Bartolomé Garelli en la sacristía de San Francisco de Asís. Ahí comienza la labor pedagógica y educativa de los Salesianos, con un joven de 16 años huérfano, abandonado y analfabeto que sólo sabía silbar pero al que el santo de los jóvenes conquista con su cercanía y gana para siempre.
En este relato fundacional del Oratorio el propio Don Bosco cuenta lo sucedido:
Estaba preparándose para celebrar la misa. El sacristán se está peleando con un joven y le dice: "¿Qué vienes a hacer en la sacristía? ¡Márchate de aquí!" Y comienza a golpearlo.
– "¿Qué haces? ¡Deja a ese niño!", le grita Don Bosco.
– "Ven, ven aquí. No te haré nada. ¿Cómo te llamas?".
– "Bartolomé Garelli. Soy aprendiz albañil y no tengo ni padre ni madre".
– "¿Sabes leer? ¿Escribir? ¿Te recuerdas al menos de las oraciones? ¿Asistes al Catecismo?".
– "Como soy mayor que otros se burlarán de mí y no me atrevo. Me da vergüenza".
– "¿Me puedes esperar hasta que termine la Misa?".
Terminada la Misa, Don Bosco lleva a su alumno detrás de la sacristía.
– "¡Bien! Y ahora comencemos. Antes recemos juntos un avemaría a la Virgen. Me has dicho que no sabes leer, que no sabes escribir, que no te acuerdas de las oraciones… ¿Sabes al menos silbar?".
– "¡Oh, eso sí!", responde Garelli con una amplia sonrisa.
Don Bosco había vencido: la puerta de la confianza se había abierto.
Terminada la primera lección, Don Bosco le hace prometer que volverá el domingo siguiente trayendo otros amigos. El chico cumple lo prometido y vuelve con una decena de jóvenes de unos 15 años, casi todos albañiles como él.
"A este primer alumno se unieron otros; durante aquel invierno me limité a algunos mayorcitos que necesitaban una catequesis especial y, sobre todo, a los que salían de las cárceles. Entonces palpé por mí mismo que si los jóvenes salidos de lugares de castigo encontraban una mano bienhechora que se preocupara de ellos, les asistiera en los días festivos, les buscara colocación con buenos patronos, les visitara durante la semana, estos jóvenes se daban a una vida honrada, olvidaban el pasado y resultaban, al fin, buenos cristianos y honrados ciudadanos".