No eran bodas de platino ni tampoco de diamante. Pero sesenta y cinco años de sacerdocio bien merecen ser celebrados. Así lo hizo el salesiano Guillermo Navarro González en la fraternidad e intimidad de la comunidad salesiana de Las Palmas el pasado 28 de junio.
Corría el año 1953 cuando treinta y dos salesianos de las inspectorías Bética (España sur) y Céltica (España meseta y norte) recibían el sacramento del Orden sacerdotal por la imposición de manos de monseñor Ricote. Era la víspera de la fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y el obispo auxiliar de Madrid-Alcalá se desplazaba a la iglesia de las Hermanas del Santo Ángel, en Carabanchel Alto, para consagrar sacerdotes a este grupo de salesianos.
De aquellos dieciséis salesianos de la inspectoría Bética hoy permanecen al pie del cañón cuatro: Antonio María Calero de los Ríos, destinado actualmente en Sevilla-Colegio Mayor; Miguel Aragón Ramírez, de la comunidad salesiana de Córdoba, Vicente Martín Borrego, de Pozoblanco (ordenado por razones familiares unos meses antes), y Guillermo Navarro. La inspectoría salesiana María Auxiliadora hace extensiva su felicitación a todos ellos, verdadero ejemplo de una vida ya nonagenaria, entregada día día a la formación de jóvenes y adultos en el seno de la Iglesia.