Por Marco Vázquez
Según vamos creciendo y madurando con experiencias de todo tipo, nos vamos dando cuenta que en la vida van perdiendo fuerza los momentos especiales, brillantes y culminantes en favor de los momentos sencillos y cotidianos; esos encuentros íntimos con gente de confianza, la satisfacción de una tarea bien hecha o el calor y afecto de los nuestros.
Es cierto que la playa está llena de granos de arena al igual que la vida está llena de instantes y aunque agradecemos las buenas y grandes celebraciones, también son necesarias y tonificadoras las pausas serenas en esa playa llena de pequeños momentos.
La casa de Cádiz celebra una de esas efemérides que reúnen y justifican esos grandes eventos. Sin embargo, 10 años de vida de la devoción a la Santísima Virgen de la Concepción, están llenas de cuentas de rosarios, de confidencias a sus pies, de cientos y miles de suspiros que son instantes que han dado vida a cuantos se han acercado a su mirada.
Si bien, la devoción a María estaba bien arraigada ya en la casa de Cádiz y en el barrio con advocaciones que, como un jardín bien regado y cuidado, desprenden a su paso fragancias y colorido sin par; María Santísima de la Concepción viene a dar plenitud y riqueza a un corazón creyente que como tierra fértil, concede frutos de misericordia y caridad.
La que oyendo la Palabra, se identifica con ella hasta tal punto que la hace en su seno carne de su carne por la gracia del Espíritu, nos marca con sencillez la senda que todos los seguidores de Jesús de Nazaret debemos seguir. Sensibles a la voz De Dios en nuestras vidas, hacemos hueco profundo para que se asiente y la semilla de la fe pueda crecer robusta.
Estamos de fiesta, estamos de celebración y las mejores galas sirven para mostrar el amor que anida en nuestro interior. Toda una historia, la historia De la Iglesia desde su nacimiento hasta nuestros días, son una prueba impecable para comprobar la riqueza que ha significado la presencia de María en nuestra existencia. Damos gracias a Dios por la compañía de María en nuestro caminar y damos gracias a Dios por estos diez años de regalos a su paso. Rezamos juntos para que como mejor regalo en esta fiesta, podamos ofrecer un corazón generoso que se entrega por los más pobres: esa es la mayor garantía de hondura y continuidad de esta querida devoción.